“Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció la Mancha, para prueba de lo cual les sucedió lo que ahora diré. Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán. Porque vea vuestra merced si quien viene desta ralea podrá dar su parecer en semejantes causas”.
Don Quijote segunda parte. Capítulo XIII
Estoy barruntando este artículo el día de las letras españolas. Lo que me sirve de excusa para citar al ingenioso hidalgo. Hasta en el congreso se ha hablado de Cervantes y de su obra. Pero siguen leyendo sin entender. Por eso, y con la esperanza de que nos enteremos de una vez, me atrevo a repetir este fragmento de la colosal lección de sentido común que se deriva de los asertos quijotescos.
El culto a lo políticamente correcto y la panda de inútiles que nos gobiernan, nos han metido en una situación dicotómica y maniquea. O somos de izquierdas o de derechas, rojos o azules, fascistas o demócratas, del norte o del sur, del Barça o del Madrid, ricos o pobres, ateos o integristas, proamericanos o prosoviéticos, dictadores o borreguitos, buenos o malos, al cielo o al infierno, etc., etc. Al final, si se hurga un poco, sabemos a cuero o a hierro, como en la historia del quijote.
En general, los seres humanos, nos convertimos en “dos excelentes mojones”, como nos define Cervantes. Pero lo malo, lo peor, es que nuestros excelsos dirigentes nos presentan el paradigma de la situación. “Con ese tipo no me hablo yo”. “Jamás pactaré con esa gente”. “Si no me ponen a mí de vicepresidente… no juego”.
Si uno dice metro soterrado, el otro dice que bajo tierra. Si uno dice que unidad, el otro dice que separación. Si uno dice que edificios altos, el otro dice que chabolas. Si uno dice que jardines, el otro que autopistas. De que se trata… que me opongo. Miran sin ver, oyen sin escuchar y votan a quién le dice el mandamás de turno. Ojo, pero siempre lo contrario de lo que dice el otro. ¡Faltaría más!
Mi buena noticia. Una vez más la tolerancia y la comprensión del Papa Francisco ante las ideas heterodoxas, pero lógicas. Habla y escucha a quién sea menester. Sea o no sea políticamente correcto. Algunos cardenales de la curia echan humo. ¡Hay que mantener las distancias! ¡Mojones! (Don Quijote dixit). Los mayores, los jubilados, los que no tenemos que llevar el agua a ningún molino, tenemos la oportunidad de hacer valer nuestro criterio. Salirnos de la rutina y decir lo que pensamos. Sin miedos. Yo estoy en ese camino y sigo dando la cara. Aunque me la partan, que me la partirán. El resultado es asombroso. Como nos dice Francisco: No tengáis miedo.