La palabra bendecir, entre otras acepciones, significa bien decir, hablar bien de alguien, reconocer sus meritos. El refrán que da título a esta reflexión quiere manifestar que cuando se “bien dice” de algo es por los méritos adquiridos en su desarrollo.
Les voy a hablar de la Semana Santa. Un tema que provoca en mí un sentimiento que genera perturbación en mi mente. Una tormenta de ideas entre lo que me dicen los sentidos y lo que medita la razón. Conste que yo he sido “semanasantero” muchos años. Vivía las procesiones y cuanto llevan alrededor de una manera total y absoluta. Pertenecía a diversas cofradías y formaba parte de sus desfiles con un grupo de amigos con los que sigo contando. Creo que he participado de una docena de ellas, algunos años salíamos todos los días. Ahora tan solo pertenezco a la Esperanza, en cuya basílica aparezco muchas mañanas a saludar a mi madre del cielo y a la de la tierra que, junto a otros familiares descansa allí para siempre detrás del altar mayor.
A veces me convierto en un “reventaor”, criticando ciertas actitudes, privilegios y despilfarros que, a veces, se producen en nuestra querida Semana Santa de Málaga. Pero al final me tengo que rendir. La evidencia nos demuestra la presencia de Jesús y de su Espíritu en el discurrir de estos días. No hay nada capaz de aglutinar a un pueblo alrededor de una manifestación como la presencia de las imágenes en las calles malagueñas. Por una vez, un pueblo animado a la trifulca y la controversia, al odio y a la revancha por los poderes fácticos, se une en un aplauso, una canción o en una oración alrededor de unas imágenes que se cruzan en las calles malagueñas. Gente sencilla, venida en riada desde los distintos barrios malagueños, que se siente hermanada de todos sus semejantes y se olvida del rencor y del odio que, por otra parte, pretenden inculcarnos.
El pueblo no necesita subvenciones para reunirse alrededor del “Chiquito” o de la Virgen de la Esperanza
El pueblo no necesita subvenciones para reunirse alrededor del “Chiquito” o de la Virgen de la Esperanza. (Por cierto, que la Alcaldesa de Madrid se preocupe del año nuevo chino o del Ramadán; las procesiones de Madrid seguirán desfilando a su pesar). Gracias a Dios, seguiremos oyendo a las tres de la madrugada del jueves-viernes Santo, a esa malagueña que cruza una conversación desde Melbourne o desde el Líbano con un nazareno de Zamarrilla en calle Mármoles.
Por eso, aunque no me gusten algunas cosas, seguiré “biendiciendo” de esta Semana Santa malagueña. La que permite que evangelicemos y seamos evangelizados mientras contemplamos la locura de un barroco y de unas imágenes cuajadas de oro y de oraciones, de penas y alegrías, de preguntas sin responder. De gentes que no entienden las guerras y las penurias de una sociedad que conoce perfectamente la letra, pero que a lo largo del resto del año se le olvida la música.
Mi “buena noticia” de hoy me la proporcionan esas familias que se han vuelto a reunir en esta semana, físicamente o delante del ordenador, desde las calles o desde los televisores, desde Nueva York o de Melbourne. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Porque queramos o no, Jesús resucita en cada uno de los hombres de buena voluntad.